Source text in English | Translation by Ignacio Mogni (#26815) |
Boom times are back in Silicon Valley. Office parks along Highway 101 are once again adorned with the insignia of hopeful start-ups. Rents are soaring, as is the demand for fancy vacation homes in resort towns like Lake Tahoe, a sign of fortunes being amassed. The Bay Area was the birthplace of the semiconductor industry and the computer and internet companies that have grown up in its wake. Its wizards provided many of the marvels that make the world feel futuristic, from touch-screen phones to the instantaneous searching of great libraries to the power to pilot a drone thousands of miles away. The revival in its business activity since 2010 suggests progress is motoring on. So it may come as a surprise that some in Silicon Valley think the place is stagnant, and that the rate of innovation has been slackening for decades. Peter Thiel, a founder of PayPal, and the first outside investor in Facebook, says that innovation in America is “somewhere between dire straits and dead”. Engineers in all sorts of areas share similar feelings of disappointment. And a small but growing group of economists reckon the economic impact of the innovations of today may pale in comparison with those of the past. [ … ] Across the board, innovations fueled by cheap processing power are taking off. Computers are beginning to understand natural language. People are controlling video games through body movement alone—a technology that may soon find application in much of the business world. Three-dimensional printing is capable of churning out an increasingly complex array of objects, and may soon move on to human tissues and other organic material. An innovation pessimist could dismiss this as “jam tomorrow”. But the idea that technology-led growth must either continue unabated or steadily decline, rather than ebbing and flowing, is at odds with history. Chad Syverson of the University of Chicago points out that productivity growth during the age of electrification was lumpy. Growth was slow during a period of important electrical innovations in the late 19th and early 20th centuries; then it surged. | Volvió el auge en Silicon Valley. Los parques empresariales que circundan la Ruta 101 volvieron a adornarse con la insignia de start-ups llenas de esperanza. Se incrementaron los alquileres, al igual que la demanda de elegantes casas de vacaciones en ciudades turísticas como Lago Tahoe, una señal de la fortuna acumulada. El Área de la Bahía fue el lugar donde nació la industria de semiconductores y las compañías de computadoras e Internet que surgieron tras su paso. Los genios detrás de todo esto crearon muchas de las maravillas que hacen que el mundo se sienta futurista, como teléfonos con pantalla táctil y la búsqueda inmediata de vastas bibliotecas, hasta la habilidad de poder pilotar un drone a miles de millas de distancia. El renacimiento de su actividad comercial desde el año 2010 sugiere que el progreso no para. Por esta razón, puede sorprender que algunos en Silicon Valley piensen que el lugar esté paralizado, y que el ritmo de innovación haya ido en declive durante décadas. Peter Thiel, uno de los fundadores de PayPal, y el primer inversionista externo en Facebook, declaró que la innovación en Estados Unidos está "en algún lugar entre la desesperación y la muerte". Los ingenieros en todo tipo de áreas comparten similares sentimientos de desilusión. Y un pequeño pero cada vez mayor grupo de economistas considera que el impacto económico de las innovaciones modernas se desluce en comparación con las del pasado. [...] En general, las innovaciones impulsadas por la potencia de procesamiento barata están en aumento. Las computadoras están comenzando a entender el lenguaje natural. Las personas pueden controlar videojuegos con tan solo sus movimientos corporales, una tecnología que pronto podría aplicarse en gran parte del mundo empresarial. La impresión 3D es capaz de producir una variedad de objetos cada vez más compleja, y pronto podría pasar a crear tejidos humanos y otros materiales orgánicos. Un pesimista de la innovación podría descartar esto como "promesas vacías". Pero la idea de que el crecimiento impulsado por la tecnología debe continuar incesantemente o disminuir en forma sostenida, en lugar de oscilar, choca con la historia. Chad Syverson, de la Universidad de Chicago, indica que el aumento de la productividad durante la era de la electrificación fue irregular. El crecimiento fue lento durante un período de notables innovaciones eléctricas a fines del siglo XIX y principios del XX; luego se disparó. |