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English to Spanish: Biographical note / Nota biográfica General field: Art/Literary
Source text - English Sir John Stainer was born in London in the year 1840. He died in Verona in 1901. Save for his failing eyesight, which forced him, in 1888, to resign his post as organist of St. Paul’s, London, Stainer’s life was a singularly useful and happy one.
He began his musical career as a choir boy. At sixteen years of age (1856) he received, through the influence of Sir Frederick Ouseley, the appointment as organist at St. Michael’s College, Tenbury. In 1859 he became organist of Magdalen College, Oxford, and in 1860 was named organist to the University of Oxford.
Stainer’s great work as organist and choirmaster began in 1872 in which year he left Oxford to assume charge, as successor to Sir John Goss, of the musical service at St. Paul’s, London. This service he soon brought to a high degree of excellence. In 1881 he succeeded Sir Arthur Sullivan as principal of the National Training School of Music, and in 1889 he was appointed professor of music at Oxford.
Stainer’s compositions are not very numerous, and he wrote comparatively few extended works; nevertheless, not an inconsiderable number of his anthems are universal favorites; and his cantata, “The Crucifixion” (1887), is perhaps more generally sung in churches of all denominations than any other work of the kind.
Stainer undoubtedly exerted a widely felt influence on church music – an influence which was all toward the bettering of the musical service and toward giving it a worthier and more significant place in public worship.
The organ compositions of Stainer are musicianly and of high aim; but it is upon his choral music that his fame as a composer chiefly rests.
The popularity of Stainer’s instructive works – especially the “Organ Primer” and the “Harmony Primer” – is extraordinary, and, as to the “Organ Primer”, at least, quite without a parallel. Written at a time when the sound traditions of organ playing were in no little danger from the somewhat meretricious influence of the earlier French school of organ music, it at all times makes its appeal only to the student of serious purpose.
Many honors were bestowed upon Stainer. In 1878 he received from the French Government the very unusual distinction – for a foreigner – of being created chevalier of the Legion of Honor. He was Knighted by the Queen in 1888, and he held, at differents periods, many important positions. His services to his time were great, and it is pleasant to record that they were neither unrecognized nor unrewarded.
James H. Rogers
Taken from the book “The organ: A manual” by Sir John Stainer.
Translation - Spanish Sir John Stainer nació en Londres en 1840 y murió en Verona en 1901. Salvo por su visión limitada, la que lo obligó, en 1888, a abandonar su puesto de organista en la Catedral de St. Paul, en Londres, su vida fue singularmente feliz y provechosa.
Comenzó su carrera musical de niño, como corista. A los 16 años (1856) fue designado, gracias a la influencia de Sir Frederick Ouseley, organista del Magdalen College, Oxford, y en 1860 fue nombrado organista de la Universidad de Oxford.
El mayor trabajo de Stainer como organista y director de coros comenzó en 1872, año en que dejó Oxford para asumir el cargo del servicio musical en St. Paul, Londres, como sucesor de Sir John Goss. Pronto, este servicio lo situó en un alto nivel de excelencia. En 1881 sucedió a Sir Arthur Sulllivan como titular de la National Training School of Music (Escuela Nacional de Formación Musical), y en 1889 fue electo profesor de música en Oxford.
Sus composiciones no son numerosas; en comparación, escribió algunas obras extensas. No por eso algunos de sus logros dejaron de ser favoritos universales. Su cantata, “La crucifixión” (1887), es quizá una de las composiciones más interpretadas de su género en las iglesias.
Sin duda, Stainer ejerció una gran influencia en la música eclesiástica – influencia que propició la mejora del servicio musical, dándole un lugar más valioso y significativo en las celebraciones religiosas.
Las composiciones para órgano de Stainer son musicales y de alto contenido motívico. Pero es en su música coral que descansa su fama como compositor.
La popularidad de sus trabajos pedagógicos – especialmente el “Manual de Órgano” y el “Manual de Armonía” – es extraordinaria y, por lo menos para el primero, no existe prácticamente una obra que se le compare. Escrito en un tiempo en que las sonoridades tradicionales del órgano estaban en riesgo de caer bajo la influencia de la un tanto recargada temprana escuela francesa, siempre siguió interesando a los estudiantes con una dedicación y un objetivo claros.
Numerosos honores le fueron otorgados a Stainer. En 1878 el Gobierno Francés lo nombró caballero de la Legión de Honor, reconocimiento muy inusual para con un extranjero. La Reina de Inglaterra le concedió el título de Sir en 1888 y ocupó, en diferentes períodos, varios puestos importantes. Sus servicios resultaron muy significativos para su tiempo y es reconfortante saber que nunca dejaron de ser reconocidos o premiados.
French to Spanish: L'attaque du train / El ataque en el tren General field: Art/Literary
Source text - French Un chuintement, le train s’ébranle, nous emportant dans ses entrailles. Les uns sont bien assis d’avance, d’autres cherchent, hagards, à se caser, dévisageant les gens carrés dans leurs coins-fenêtres, peut-être dans l’espoir de les faire lever. Dans ce wagon-là, les banquettes confortables sont sagement rangées deux par deux, style autocar. La moitié du wagon dans le sens de la marche, l’autre dans le sens de la nausée, et l’inverse au retour.
Le train a pris de la vitesse, les corps commencent à s’arranger des corps voisins, déroutants, étrangers. Livres, magazines, tricots surgissent, tandis que certains s’appliquent déjà à dormir, yeux clos, bouche entrouverte.
C’est alors qu’ils se lèvent. Ils étaient assis juste devant moi, muets, dociles, un garçon et une fille. Maintenant, ils se posent chacun à un bout du wagon. J’ai compris. Haut les mais, passez la monnaie. Ces deux-là ont oublié de se masquer le visage dans un bas de soie ou au moins de parler à travers un foulard de cow-boy. Messieurs et dames, n’ayez pas peur. Il ne vous sera fait aucun mal. Nous n’en voulons qu’à votre argent, celui que vous avez en trop. Alors faites bien attention, ne bougez pas sinon je tire, et mon copain là-bas dans le fond il a le colt encore plus rapide que moi.
Et celui qui a parlé, mais ai-je rêvé? Brandit son violon, se le case sur l’épaule et commence à nous donner la régalade, la sérénade. La campagne ocre et verte défile sur une ariette de Mozart. Le colt du compère est une sèbile qu’il nous invite à remplir. L’un joue, l’autre quête. C’est en musique qu’ils nous braquent, ces modernes demandeurs de nos piécettes, nous invitant à prendre le voyage comme un loisir. Ne pas donner serait vilain. Vous n’aimez pas les artistes?
On avait déjà l’habitude de les rencontrer dans les couloirs ventés du métro, que les usagers arpentent d’un pas pressé pour en finir plus vite avec la journée ou avec la vie. Certains faisaient même un bout de route avec nous dans le compartiment, deux ou trois stations en musique pour nous transporter à leur façon. Voilà qu’ils viennent maintenant adoucir nos moeurs jusque dans les trains.
Ni mendiants ni forcément musiciens, ces violoneux, chevelure en sueur, peau acnéique ou anémique (trop grande fréquentation du métro), veulent incarner notre liberté. Mais attention, ils n’ont pas le droit de viellir! Passé l’âge des raisins verts, ce sont des ratés, et un peu plus tard, des clochards.
À Lyon, les deux racketteurs ont disparu sur le quai, perdus dans la foule, pas vus, pas pris. Souhaitons que, conformes à leur anticonformisme ils n’aient fait le voyage que pour gagner le prix du billet, la fin rattrapant ainsi les moyens.
Marie-Louise Audiberti, Le Monde-Dimanche
Translation - Spanish Se oye un silbato, el tren se pone en marcha, llevándonos en sus entrañas. Algunos pasajeros ya están ubicados, otros buscan, inseguros, donde esconderse, insistiendo con la mirada a aquellos que están sentados contra la ventanilla, quizá con la esperanza de hacerlos levantar. En ese vagón, los asientos son cómodos y están dispuestos de a dos, como en un ómnibus, es decir, la mitad del vagón en la misma dirección que el tren, la otra en la dirección que provoca náuseas, y al regreso, lo mismo pero al revés.
El tren tomó velocidad, los cuerpos empiezan a acostumbrarse a los cuerpos contiguos, desconcertantes, extraños. Algunos pasajeros sacan libros, revistas y tejidos, mientras que otros se disponen a dormir, con los ojos ya cerrados y la boca entreabierta.
Fue, entonces, cuando se levantaron. Estaban sentados justo delante de mi, callados y serenos. Eran un chico y una chica. Se pararon uno a cada lado del vagón. Entendí lo que pasaba. Arriba las manos, entreguen el dinero. Esos dos se habían olvidado de cubrir sus rostros con una media de seda o por lo menos de hablar a través de un pañuelo de cow-boy. Damas y caballeros, no tengan miedo. No les haremos nada. No queremos más que su dinero, el que tienen de sobra. Así que presten atención, no se muevan porque disparo, y mi amigo que está en el fondo es más rápido que yo con el revólver.
Pero el que habló, ¿no lo habré soñado? Sacó su violín, lo colocó sobre su hombro y se dispuso a darnos un festín, la serenata. La campaña, de color verde y ocre, desfila con una arietta de Mozart. El révolver de su camarada es un platillo, el que nos invita a llenar. Uno toca mientras el otro junta el dinero. Estos modernos mendigos nos dirigen con la música, nos invitan a disfrutar del viaje. No darles nada estaría mal. ¿A usted no le gustan los artistas?
Tenemos la costumbre de encontrarlos en los corredores venteados del metro, donde los viajeros andan a paso largo y apresurado, para terminar más rápido su jornada o su vida. Algunos artistas incluso recorren con nosotros un tramo de la ruta, por dos o tres estaciones transportándonos, con música, a su manera. Hasta en los trenes van a calmar el humor de las fieras.
Ni mendigos ni forzosamente músicos, aquella especie de violinistas, con el pelo transpirado, la piel con acné o anémica (muy frecuente en el metro), quiere representar nuestra libertad. Pero, cuidado, ¡no tienen el derecho a envejecer! Pasada la juventud, son casos perdidos, y más tarde, vagabundos.
En Lyon, los dos malhechores desaparecieron en el andén, perdiéndose entre la muchedumbre, sin ser vistos ni capturados. Ojalá que, de acuerdo a su anticonformismo, no hayan viajado para recuperar el dinero gastado en el pasaje. Será que el fin justifica los medios.
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